Muerte de Edmund Halley
Los telescopios punzan el armiño de mi larga estela de partículas: libélula ensartada por el tórax como un escarabajo del Zodíaco. Soy un trozo de nieve desprendido -¿de dónde?- que atraviesa el espacio y que está solo, un presagio de nada en el silencio profundo, estrella de Belén, carro de fuego. ¿Por qué me auscultan los astrónomos? Hace frío en la órbita ominosa -parpadeo que dura lo que una vida humana-, quisiera descender a los océanos, fundirme, fecundaros, otorgaros la vida que no tengo, la que en mi núcleo de Sísifo palpita: dulce impacto que apague las luces de la bóveda del cielo: hora final de tantas profecías, pero sólo soy un estribillo, un OVNI de larga cabellera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario