19 de Enero

Se patenta el tubo de neón.

Maullidos de la luz en las cornisas sucias: el gato callejero de la luna -naranja, verde, azul-, ha dibujado letreros de tristeza intermitente con la cola erizada, eléctricos zarpazos de melancolía, felinas grafías de león neón –GIRLS, BAR, GAMBLING-, rótulos de jazz. Son los arcos que anuncian el pasadizo secreto de los paraísos, las fumarolas encendidas del averno, cuando la realidad malbarata su rota mercancía y la gente decente baja la persiana. GRILL, CASINO, MOTEL. Son las campanas brillantes y canallas que convocan al lunático y al golfo, al halcón solitario y al lector de almanaques fluorescentes, –CLUB, JACKPOT, CHAPEL- a la hora en que germina la perla nueva de la noche -hagan juego señores, no va más- y todavía gravita suspendida, como un fruto perfecto del bien y del mal, sobre el negro furtivo de las sombras y el rojo delator de los amaneceres.

Luminosos, letreros de tristeza interminable. Están hechos de gas y de cristal, como la vida.




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