Luis XIV ordena la construcción del Hotel de los Inválidos de París.
Esbeltas guillotinas de la tarde
decapitan turistas junto al Sena,
con la hoja afilada de los jacintos azules,
con la mirada efervescente del champán.
Perfume ácido de las fresas silvestres
robado de la boca húmeda de las muchachas,
en flor como el Jardín del Luxemburgo
y la cúpula dorada de los Inválidos.
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