Baudelaire publica “Spleen de París”.
La muerte en Montparnasse es rectilínea. En el cementerio panorámico y cubista las lápidas disponen un damero en el que Alekhine juega un ajedrez perpetuo y Godot aguarda eternamente a Samuel Becket. De la tumba de Baudelaire los terrores traducidos de Poe han huido hacia los paisajes más propicios de Père Lachaise. Las flores del mal se plastifican al contacto con la inscripción militar sobre el monolito compartido: “Jacques Aupick General de Division, Sénateur, Ambassadeur a Constantipnople et a Madrid...décoré de plusieurs ordres étrangérs.” Sólo una nota informativa en el mármol recuerda vagamente al Poeta “son beau fils”. A los cadáveres malditos siempre los entierra la familia conforme a las buenas costumbres, deshonrando voluntades y negando epitafios: “por haber amado demasiado a las Zorras bajé pronto al Reino de los Topos”.
(En el silencio de la Nada , Sartre y el Castor entristecen la tarde. El turista ruega una dudosa Oración por sus náuseas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario