Día de la mujer trabajadora.
¿Quién en mitad del baile te llevó al embarcadero, muchachita de Arkansas? En la otra orilla del lago dejaste el salón encendido y las guirnaldas de papel. Sólo el tocadiscos, con escamas de plata, surcaba las aguas bajo la luna azul. You are my blue moon, te susurraba, y tú le creíste. Y te amaron, sí, te amaron, muchachita, mientras un cohete se disolvía en el cielo adolescente de tu graduación. ¿Y a ti, quién te llevó a ti, niña de Andalucía, a la plaza de la cruz escondida y los naranjos en flor? Los hombres te miraban y decían: primavera. ¡Tú también le creíste! Y tú, camarada, ¿quién te esperaba en aquella esquina nevada de Kiev, tras el concierto, para contarte que tu nombre era más hermoso que la música y que tus ojos tenían el brillo de la revolución? Tus libros explicaban que el amor era un invento burgués destinado a esclavizarte, ¡pero qué poco te importaron tus maestros! Tampoco tú te negaste, camarada.
Muchachas del planeta ¿no hubiera sido mejor seguir soñando? Antes de dormiros, cada día, os revolvéis en la cama buscando el instante gozoso en que el corazón os temblaba y la juventud era una aventura que merecía la pena vivirse. Pero no abrazáis nada, sólo el punzón de la nostalgia, las fronteras vacías de vuestra infelicidad.
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