Primavera de Sevilla.
Volverán los cielos que perdimos a incendiar los balcones de la tarde; volverán los tambores por el río con el toro de cal y el pan de plata; volverán las mujeres como flores, las cinturas de pétalo y de mimbre, y el humo blanco del tabaco antiguo; volverán los hombres a caballo con espuelas de sol, con cascabeles, a tumbar la luz del mediodía. A la sombra morada del magnolio crecerá el llanto amargo del poeta y una luna de incienso y terciopelo vagará solitaria por las calles. Volverán el armiño de los reyes y la capa pluvial a ras de albero, volverán el jaramago, la espadaña, el dosel del naranjo que sustenta el aliento imprevisto de un perfume y también las oscuras golondrinas, aquéllas que olvidaron nuestros nombres -hecho de invierno y de ciudades grises- y que vuelan, locas y fugaces, enamoradas de sí mismas.
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