Gran incendio de Londres
Los bisontes de Altamira trotan desbocados por el puente de Londres azuzados por una antorcha paleolítica, las ratas chillan como niños de pecho, las pulgas pirotécnicas desatan chispazos en la noche: esquirlas de sílex encendido al final del Año de la Peste. Consumida por pecados capitales la Catedral de San Pablo es un Purgatorio anglicano; de la Calle del Pudding a la Esquina del Pastel, la Bestia , con su séquito triple de seises cardinales, devora con gula progresiva la madera y el adobe de los pobres, y aun pudo Samuel Pepys conservar su vino y su queso parmesano cavando un pozo de urgencia tristemente. The Monument. Una columna inmensa determina el surtidor de llamas y sus estragos contemplando una City renacida conforme a una costumbre inveterada: el Rey Carlos ha subido al Capitolio a tañer la lira con Nerón y recoger sus lágrimas en un frasco de vidrio a falta de un parque de bomberos.
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