Muerte de Freud.
Por el Prater de Viena los niños pasean la flor helada de los cucuruchos azules, las damiselas llevan ramos de cerezas imperiales en la boca y los hombres caminan, cabizbajos y tristes, devorados por la mandrágora lúbrica de la neurosis. Habita en el ego del aire una constelación de traumas retóricos y divanes siniestros. Recuerda: en la mirada de K. había restos de amarillo de cadmio y una sonrisa histérica le rajaba la cara. Al otro lado de la jaula las ratas de la infancia chillaban y K., vestida de niña, levantaba la piel del mar. Por el Prater de Viena deambulan cabezas hipnotizadas, cerebros erosionados por píldoras de colores que caen durante el sueño en un abismo sin término. Recuerda: el chamán bailaba como un loco alrededor de la noria y K. lloraba, inmerso en una nebulosa de cocaína –Elemental, Dr. Freud- perseguido por las ratas en el circo del Prater.
No hay comentarios:
Publicar un comentario