San Gregorio Magno.
Escuchad el Canto Gregoriano de las ciudades. Desde las abadías ruinosas de los rascacielos, desde las hondas naves de las oficinas, desde los túneles vacíos de la velocidad, monjes insomnes entonan un único canto: la antífona esbozada por el graffiti en el tetragrama metálico de los trenes de cercanías.¡Oh la necrópolis incesante de los blancos hombres apilados! Mares amarillos se vierten al asfalto por calles de largas farolas y allá los ascetas avanzan. Su himno, inapelable, fustiga todas las vísceras. Como arcos románicos pasan, obstinados y sucesivos a través de la bruma, de laudes a vísperas, de vísperas a laudes. Escuchad el gregoriano de la ciudad y huid de su sombra hacia los prismas, veni, Creator Spiritus.
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