Laurel de Apolo, olivo de
Atenea: han venido los griegos a la
Plaza para ver torear a Antonio Ordóñez. Quinientas niñas de
púrpura y Picasso, con canastas de flores y de uvas, lo siguen por las calles.
Las estatuas inclinan la cabeza y en la arena se postra una rodilla para mecer
las astas de la luna. Acrópolis de Ronda la polícroma: canto y cal del icono,
rosa y oro, aguafuerte de Goya en las pezuñas secas, cristalitos de Armani por
la noche plateada.
Ático y puro, sin asomo de
esfuerzo, el Príncipe Torero de la
Palma y Sevilla cincela sobre el viento el pliegue de los
mármoles. Majestad y cadencia de pie sobre las aguas: el mar azul golpea la
roca donde cruje la cenefa clásica del miedo. Y el toro ya no existe, el toro
es un concepto, el toro está pintado sobre un altar de Creta en un templo
redondo bañado por el sol, suspendido en el aire por barrancos de olivos y
sarmientos antiguos de vides extrañísimas.
Han venido los griegos a la Plaza , para ver torear
Antonio Ordóñez.
(Lo está filmando Orson,
lo está escribiendo Hem).
La ilustración es de Pablo Pámpano
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